domingo, 28 de marzo de 2010

En el país de los ciegos, el tuerto es rey

Una de las muchas y proverbiales mezquindades que genera el
mundillo teatral es aquella que yo denonimo: "En el país de los
ciegos, el tuerto es rey".

Tiene que ver con los libros.


Como se sabe, hay una masa fundamental de gente de teatro poco
interesada en los libros. Se concentra en torno a los actores y
actrices, especialmente los más nuevos, donde prevalece una
actitud "hedonista", de admiración exhibicionista. No les
interesa mucho la faceta intelectual de nuestra profesión y es
raro ver en sus bibliotecas muchos libros con obras, menos aún de
técnicas teatrales y casi ninguno de teoría o crítica literaria.
En ese terreno, los definiríamos como los "ciegos". Para ellos
lo importante es actuar y sentir esa experiencia.

Todos esos libros, por contra, están acumulados en inmensos
estantes de los más intelectuales, quienes normalmente suelen
convertirse en directores y docentes teatrales. En ellos se
produce el fenómeno contrario: no hay libro que no quieran tener,
aunque no vayan a abrirlo nunca. Los anaqueles se les rebosan y
tienen que ponerlos en doble fila.

Una vez, cuando yo aún era un simple aficionado bastante
inexperto en el teatro, me preguntaron cómo era que destacaba con
tantos conocimientos y me había hecho director. Yo contestaba
que no había sido mi intención, que simplemente me gustaba leer y
que en poco tiempo me había hecho con una buena biblioteca, y que
eso me condujo a la situación de "tuerto" en un país de ciegos.

Pero este artículo es un recordatorio acerca de una de las
características esenciales distintiva de la mayoría de esos
"tuertos".

Pongo un ejemplo, en el mundo literario lo normal es
que un profe o amante de literatura siempre esté recomendando
novelas para leer, realmente desea que su entorno las lea,
incluso las presta. En el mundillo teatral, por contra, los
"tuertos" intentan esquivar el conocimiento de los demás, guardan
celosamente sus "secretos", les molesta prestar los libros de
técnicas teatrales, les molesta que se sepa cuales son sus
fuentes. Prefieren que los ciegos sigan siéndolo, para ellos
poder mantener su estatus de "rey". Son recopiladores
compulsivos, cercanos a la figura física del usurero desconfiado,
que mira a derecha e izquierda cada vez que va a abrir la bolsa
para meter algo. Si encuentra un filón -por ejemplo una
biblioteca en línea en el Foro de Teatro de Emagister con textos
teatrales gratuitos para la descarga-, ¿cree el lector que se lo
comunicará a sus compañeros?



Estaba dentro de los planes y por eso no me sorprende, pero es
curioso observar cómo reproducen ese comportamiento incluso
cuando ya estamos en la era de internet. Siendo que la
biblioteca es abierta y de libre descarga, tarde o temprano sus
compañeros, cuando hagan una búsqueda, toparán con ella.


La esencia del liderazgo teatral no tiene nada que ver con
disponer de más libros que los demás. El teatro está simplemente
para hacerlo, por la necesidad de expresión artística que
sentimos los humanos, al igual que otros necesitan hacer fotos
artísticas, o escribir poemas o pintar lienzos.


Espero sinceramente que internet acabe por fin y en breve con
esta mezquindad histórica.

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