sábado, 29 de diciembre de 2007

El Club de Espectadores

Se hace teatro (o se debería hacer) para un público anónimo.

Ustedes saben que "España" posee una de las tradiciones dramatúrgicas y teatrales más antiguas del planeta desde hace siglos, pero eso realmente sólo incluye a algunas ciudades y zonas.
Hay extensas zonas del actual territorio de España donde esas tradiciones nunca estuvieron presentes. Yo soy de una de esas zonas.
Por aquí me encontré muchas veces con una frase matadora:
Cuando les preguntaba a conocidos si iban a ir a alguna función teatral, me contestaban:



"No, yo no hago teatro, y por eso nunca voy al teatro"

¡Linda forma de justificarse!
Con esa lógica, nadie que no sea músico debería escuchar música, y nadie debería ver películas de cine o en tv, pues difícilmente habrá quien se dedique a eso.

En definitiva, nuestro público potencial debería ser cualquier persona, pero con frecuencia en los entornos aficionados y algunos independientes se producen espectáculos que apenas alcanzaron a verlos los amigos, familiares y compañeros de actividades del grupo en cuestión.

Eso sucede porque no se logró articular el acceso a un público más amplio. Con el actual sistema de distribución teatral ese acceso (garantizar la afluencia de un público más amplio) queda reservado a determinadas salas y empresas teatrales y a determinadas entidades contratadoras (incluyendo instituciones públicas).

Por ello, cuando los grupos de teatro independiente empezaron a ocupar puestos en pequeñas salitas alternativas, locales de copas con actuaciones, etc. uno de los primeros problemas que tuvieron que enfrentar fue el de la convocatoria de un público más amplio y su fidelización.

Se han empleado (y se emplean) varias aproximaciones tradicionales, como son

-- el DESCUENTO POR GRUPOS,
-- la CONCERTACIÓN con entidades educativas o sociales, etc.

Los establecimientos comerciales de todo tipo emplean ahora para la fidelización un recurso muy común que es

-- el CARNET DEL ESTABLECIMIENTO, que permite descuentos, acceso a ofertas especiales, o incluso algún que otro regalo ocasional por antigüedad o cuando se alcanza una cifra en consumo. Muchas salas teatrales también lo hacen. En algunos sitios se llegó incluso a
acuerdos entre varias salas teatrales y se emitió un carnet común.

Algunas cadenas importantes de establecimientos comerciales van más allá y emiten su propia

-- TARJETA DE DÉBITO, con lo que alguien podría adquirir un bien o servicio e irlo abonando a posteriori a través de su cuenta bancaria, en un sólo pago, o mediante fracciones. En este caso hay elementos de cálculo de financiación, departamentos de análisis de riesgos, departamentos jurídicos para enfrentar a los morosos, etc.
En estos momentos no conozco ningún teatro que use este recurso, pero es posible que lo haya en algún país.

De todas formas, con el amplio uso de las tarjetas de débito y de crédito bancarias y los sistemas de datáfonos que conectan a los establecimientos con los bancos, es presumible que los establecimientos teatrales se acojan más a ésta última opción. Al menos sé de varias Escuelas de Arte Dramático que lo hacen.

Pero todas estas formas de fidelización sólo alcanzan un nivel conceptual: aquel según el cual el cliente QUIERE Y DESEA el servicio que se le brinda.


En la Asociación Teatral Manticore partimos en su día (en la experiencia que relato en otros artículos de este foro) de una aproximación distinta:

la gran masa de la ciudadanía NI QUIERE NI DESEA asistir al teatro, ya sea

-- porque nunca estuvo dentro de sus hábitos,
-- porque las experiencias espirituales y psíquicas que podrían alcanzar las satisfacen con otros medios como el cine y la tv;
-- porque se les trinca el estómago pensando que los actores en vivo se meterán con ellos;
-- porque no se sienten cómodos teniendo que permanecer en silencio;
-- porque el teatro es demasiado caro,

y un sinfín de excusas y obstáculos que debemos entender con realismo si de verdad queremos superarlos, en vez de caer en divagaciones "místicas" y auto-aislantes sobre el arte y su práctica.

De ahí que concluimos que si la gran masa de la ciudadanía Ni Quiere Ni Desea asistir a funciones teatrales y nosotros Queremos Hacer Teatro, entonces TENEMOS UN PROBLEMA.

Cuya resolución sólo tiene dos puertas:

(La posibilidad del aislamiento ni siquiera la contemplo: un poeta se puede aislar, un pintor también, un músico hasta cierto punto, y a pesar de todo seguir creando sin público; pero un actor NO PUEDE trabajar sin público. Una segunda opción de "independización" del público estaría en soñar con que vuelvan los tiempos feudales y algún mecenas aristócrata te convierta en su cortesano a sueldo (o que el Estado te abone un subsidio-subvención, que para el caso es
casi-casi...))

1.- Abandonar la práctica del teatro
2.- "Obligar" al público a asistir

1.- Abandonar la práctica del teatro.

1.1.- Abandono completo y "definitivo". A la larga es lo que hace la mayor parte de la gente, entre ellos tantas que tenían verdaderas cualidades y talento...

1.2.- Desvío hacia el cine, la TV, shows y fiestas, publicidad, galas y convenciones... es decir un conjunto de actividades que se encontrarían en torno al "show business", abriendo campos para
diversificar y ampliar las posibilidades, a veces es incluso el objetivo de la persona en cuestión, pero tantas otras es un recurso que va apartando de lo que realmente se quería hacer... De todos modos, este conjunto de actividades debemos mantenerlo dentro de nuestros planes de coordinación, pues así están las cosas en el mundo del espectáculo, incluyendo la pasarela y el modelaje, antaño tan distante, para intentar integrarlas de tal modo que las personas afectadas no tengan por qué abandonar el teatro si no lo desean.

2.- "Obligar" al público a asistir
[Inciso acerca del "público":
En teatro hay dos tradiciones. Por una parte se dice "el público es sabio"; él es quien determina si algo va mal, si gusta o no un espectáculo. En última instancia, por mucho que se compense con otras medidas, siempre es el público quien tiene la última palabra. Por eso el teatro comercial, que parte de esta premisa inexorable, siempre le
lleva ventaja a las demás manifestaciones teatrales.

La otra tradición proviene de los ambientes más cultos, intelectuales y vanguardistas. Como no siempre obtienen el reconocimiento del público, la reacción en demasiadas ocasiones es decir que el público es "ignorante", o que le falta la sensibilidad adecuada, etc. Es simplemente manifestación de la propia impotencia (y en el fondo una tremenda falta de consideración hacia quien es el objeto del teatro).
Esas son actitudes soberbias que no conducen a ningún sitio, salvo a la frustración y la desesperación.

Las personas siempre tienen sensibilidad; puede que la tengan algo "dormida" en algunos terrenos y ciertamente no es fácil proponerles cosas "raras" en ese caso. Habrá que acostumbrar al público a
adiestrar su sensibilidad. En este orden de cosas nosotros tuvimos que emprender una amplio esfuerzo que obtuvo resultados que considero
relevantes y magníficos entre un público popular con escaso nivel académico y menor hábito aún de ver teatro. Pero es que yo siempre partí del infinito respeto hacia el público. Si algo que quería
transmitir no alcanza a sus receptores, aunque sea a grosso modo, es MI culpa, no la de ellos.

Hasta ahora no he segmentado al público, pero ciertamente existen "tramos" sociales en éste: no es lo mismo la "cultureta" que el público popular al que me refería antes; no es lo mismo un ambiente
juvenil "radical" que el que se observa en una función de Ópera. Es posible que haya obras y puestas que no deban dirigirse a algún segmento de público en particular, e incluso es posible que haya
creadores que se mantengan siempre dentro de determinados géneros que sólo alcanzan a alguno de esos segmentos. Pero en general lo más
probable es que con el tiempo los creadores teatrales nos tengamos que enfrentar (por fuerza o por gusto) a los más diversos géneros, métodos
y públicos.

De todas formas, recuerdo que este problema del público objetivo para determinados tipos de obras fue planteado brillantemente por Brecht, cuando comprobó que el circuito de distribución teatral de la época alcanzaba exclusivamente a una capa selecta de la sociedad que recibía con dificultad sus obras. Aunque aún se mantiene buena parte de esos problemas, podríamos decir que en la actualidad la gente de teatro dispone de muchas más opciones y una mentalidad más amplia, así que
por el momento no voy a entrar en estas cuestiones, que dejaré para otra ocasión, pues siguen siendo importantes.

En todo caso, el teatro de base y alternativo del que venimos hablando como el centro de nuestra propuesta ya no tiene problema en actuar en
cualquier lado y para cualquier público.]

Volvamos, por tanto, a nuestro problema:

2.- "Obligar" al público a asistir

2.1.- Obligar mediante violencia
Bueno, no creo que en ningún sitio se obligue a nadie a asistir a una función teatral a punta de pistola, pero la violencia puede adquirir formas como la extorsión, el chantaje, la amenaza de sanciones, etc.
Se le puede decir a un alumno: o asistes a esta obra, o no pasas el curso.
Yo no apruebo ese tipo de conductas, soy partidario de encontrar sistemas que premien, no que castiguen.
Pero nos recuerdan que hay agentes sociales con una posición óptima para incitar a la asistencia al teatro, con quienes podríamos llegar a acuerdos.

2.2.- "Obligar" mediante seducción/intercambio/premios
En este caso me refiero a nuestra propia capacidad para seducir, imaginar propuestas de intercambio, estructurar un sistema de premios, más allá de las medidas ya comentadas acerca de descuentos,
promociones, etc. propias del esquema "tú quieres y deseas lo que yo tengo".
Aquí me refiero a partir del otro esquema también comentado: "la gran masa de la ciudadanía Ni Quiere Ni Desea asistir al teatro".

Entonces, ¿qué quiere?

Es cierto, la gente también quiere cosas espirituales, y el teatro le puede proporcionar tremendas satisfacciones en ese sentido, pero
primero hay que vencer su resistencia a asistir a nuestras funciones.

Así que me voy a centrar en aspectos más materiales de la existencia:
La gente quiere comer, quiere divertirse tomando copas en ciertas ocasiones, bailando, quiere tener aparatos eléctricos y electrónicos, que le hagan la vida más cómoda; necesitan artículos para la escuela suya o de sus hijos.

Frente al tipo de negocios que atienden las necesidades productivas de las compañías y no establecen contacto directo con el público
potencial, negocios de los que hemos hablado en el artículo oportuno, están esos otros tipos de negocios que tienen "algo" que ver con nuestro entorno y cuya clientela es el usuario final, el público potencial.

Desde un gimnasio, una sala de terapias, un spa (la parte de cuidado del cuerpo, tan importante en el teatro y el mundo del espectáculo); hasta una librería papelería (la parte intelectual y literaria),
pasando por los locales de copas y restauración con actuaciones (ocio), tiendas de telas y tejidos; o de ropa con secciones especializadas en disfraces o fiestas, hay un sinfín de actividades
comerciales donde los actores y compañías tienen que asistir en su calidad de tales y abiertas al gran público.

Enganchando con las reflexiones contenidas en el artículo "Los negocios de la red", hagamos que esta serie de negocios se adhieran o pertenezcan de algún modo a la red y propongámosle al público un
pacto: Si pasas a formar parte de nuestro Club de Espectadores, nosotros, además de las promociones y ofertas convencionales, te vamos
a brindar algunos artículos y servicios necesarios o de tu gusto, a cambio de tu asistencia al teatro.

Insisto en éste último canje. En otros ámbitos comerciales se producen este tipo de transacciones, aunque no terminan de ser
imperantes por lo que dijimos en otros artículos acerca de la libertad comercial. Cuando el acuerdo entre empresas es multilateral se acrecienta, además, el peligro de que el cliente no pase nunca por alguno de los puntos que conforman el circuito.

Pero nuestra propuesta no va por ahí, sino por implementar lo que llamamos en su día una "promoción radial", donde todo el resto de ofertas son la periferia y el único centro es la actuación teatral. Por eso los acuerdos entre teatro y negocio adherido son uno a uno y tuvimos que
enfrentarnos al hecho de que básicamente pertenecieran al propio movimiento teatral.

Termino: esta técnica de la zanahoria surtió efectos insospechados.
Así es el mundo.

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